La droguería de Pérez Seguí es una de las recreaciones de la ciudad más reconocidas por los/as visitantes del museo. Esta tienda comenzó su andadura en el año 1916 y cerró sus puertas en 1994, y vendía productos de limpieza, colonias, productos de higiene masculina y femenina, artículos de broma… Francisco Pérez Seguí, primero, y Francisco Pérez Soriano, después, fueron los que regentaron este negocio, que se fue adaptando a las décadas que iba viviendo y diversificando sus productos en venta.

En la exposición de la droguería que mostramos en el museo, cientos de artículos pueden ser vistos por el/la visitante, pero hoy dedicamos este texto solo a uno de ellos -que quizás pasa desapercibido-, de los más relevantes y curiosos que vendió este comercio: el primer mocho.

A mediados de los años cincuenta, un nuevo invento para la limpieza de suelos fue diseñado. Hasta entonces, el suelo lo fregaba la mujer que, arrodillada, se dedicaba a frotarlo con un trapo mojado que iba escurriendo en un cubo; otras solían envolver la escoba con un trapo mojado, para no tener que arrodillarse. El nuevo diseño consistía en un palo de madera de unos 150 cm aproximadamente, con un trapo de algodón en uno de sus extremos sujeto a un eje, que permitía escurrir el trapo sin necesidad de tocarlo. Este primer mocho le permitió a la mujer no tocar el paño sucio, pero, sobre todo, no tener que estar arrodillada en el suelo; ese palo de madera le permitía hacerlo de pie.

No obstante, unos pocos años más tarde se popularizó la tan conocida fregona actual (mérito del español Manuel Jalón), que ya hace uso de un cubo para ser escurrida, por lo que, al parecer, el invento vendido en la droguería no fue un éxito de ventas. Los/as compradores/as le dieron otro uso, asociado a las telarañas y las chimeneas, para limpiarlas, aunque pese a esto al droguero se le quedaron en el almacén muchas sin vender.

Autora: Marian Tristán, coordinadora del Museo Escolar.